Muestra los destinos por donde caminé cuando fui joven, regrésame la voz con la que supe halagar a la vida, los colores que conocí en estas aceras, en estos sudores de vientos y de excesos que dieron calor a mi cuerpo.
El aire me enfría, el vino me bendice, los árboles me desconocen, la sangre fluye por esos caminos, donde fui joven.
Ya las voces de ese tiempo son un eco empolvado y viejo. Miro esos lugares a donde llegaba aquel entonces, miro el reloj y recuerdo que nunca, que nunca antes lo miraba, pienso en las lamentaciones, en sus instantes y en la naturaleza de mi canto y de mi lamento.
Dime cómo evadir la tempestad, por dónde llegar al paraje donde amé y fui amado. Dime como reconocer ese que solía ser, ese que no encuentro, ese que ha sido diseminado en la sed del sediento, en el hambre del que olvida, en las palabras del que maldice, en los instantes del agonizante.
No maldigas —dice el Señor— y en su esencia están mis pensamientos, es su obra mi corazón, tengo esperanza, pero no tengo paciencia, pero no tengo sabiduría, pero no tengo calma.
Cada vez que siento ganas de caminar, cada vez que deseo mirar hacia los muros de tu ciudad, cada vez que siento arder la flama, quiero regresar a mi casa, buscar los pasos que me lleven a ese lugar donde caminé cuando fui joven, mostrar, con pocos paisajes, que fui joven.
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