jueves, 6 de noviembre de 2008

De maitines a vísperas (Daniel Bencomo)

Causalidad, posibilidad y poeta.
En torno del poemario “De Maitines a Vísperas” de Daniel Bencomo (2008)

En el itinerario del poeta figuran esencias, hábitats y efectos que demarcan la manera en la que ha de realizar el vaciado del poema. Cada vez que se enfrenta al transitar cotidiano no tiene en mente nada, sólo anda por ahí con experiencias potencialmente importantes como pueden ser su vida íntima y sus vidas anteriores, de modo que al reflexionar (poetizar) lleva a un estado de gracia a los actos y a los objetos del ordinario mundo, de tal suerte que el propósito instantáneo puede ser que sea el negarles la ordinariedad a la que están confinados para así crear la inercia suficiente (es decir, una suerte de atracción) desde y hacia un mundo que se escapa a las sensaciones conocidas. Luego, el poeta hace de sí mismo un constructo para nada artificial, sino por el contrario, un ente que transita de lo visceral a lo recreado. Este constructo se debate entre la duda y el vicio, sereno y con la convicción de ofrecerse a sí mismo la posibilidad (acaso vanidosa) de crear, se erige en escritor-poeta, de manera que llega a un callejón sin salida, o mejor dicho, para él todo se tiene que resolver en una inevitable carrera contra un enemigo dual: el tiempo y la palabra, casi como si llegara la gota que derrama el vaso, luego, ese individuo casi humano no tiene otra cosa que externar algo que desde dentro y muy lejos de sí le es dictado:
Escribo en el lugar donde nací: aquí.
Juego desnudo de la inocencia y el desierto.
El reverso de la oscuridad se presta,
su piel es áspera y se adhiere a la memoria
(Tríptico para una noche estrellada)
Esa vida que el poeta le da a las cosas tiene la marca de lo trascendental: aquello que es simplemente aleatorio en el mar de lo causal se convierte en un marasmo de conceptos que está más allá de lo probable en el mundo de las posibilidades que el poeta tiene en su haber. Ahora (por ejemplo) el acto de andar se redimensiona para ser mucho más que la cotidiana sucesión de movimientos paso-paso; ahora es además de eso el andar combinado con un conjunto (finito) de actos (verbos) de lo humano; imaginemos las combinaciones posibles entre algunos cuantos actos S={pensar, ver, oír, oler, hablar, jadear, dudar} y andar, contabilicemos el total de acciones que simultáneamente se pueden llevar a cabo, si realizamos 3 de ellas seleccionadas solamente de este conjunto, digamos por ejemplo la combinación ver-oír-oler o bien andar-jadear-dudar, en estas condiciones es posible que realicemos alguna de 35 acciones posibles. Es decir, que si realizáramos ejercicios combinatorios entre las posibles acciones detectadas en el libro de Daniel, tan sólo en un poema tendríamos 2002 posibles escenarios, (para este ejercicio aleatoriamente he seleccionado un poema: Escotista): en el texto hay 14 verbos y 5 cortes estróficos, si pensáramos que en cada una de las estrofas el poeta quisiera generar todas las acciones combinadas, el total resultaría ser el número a mencionado.


El poema, en particular, pudo haber tenido alguna de 2002 formas de llegar a este instante (formas coherentes o incoherentes). Añádase ahora el hecho de que existen distintas relaciones verso a verso, así como las posibles lecturas y juegos que el autor realiza con nuestras versiones a partir de nuestra lectura. Pero la causalidad del poeta permite al poema llegar de la manera en la que Daniel nos lo ha entregado.
El libro de que hoy presentamos me muestra un transitar de lo pagano a lo posible: una suerte de walking around al filo de la navaja, antes de la caída que resolverá o no la redención del constructo que el poeta ha hecho consigo al escribir y además decir su visión de un algo en el que más adelante abundaré.
Pero antes de continuar hablando del libro quisiera comentar de las ilustraciones que le acompañan: son 6 con técnicas destinadas al papel (como a veces son los poemas): azúcar al aguafuerte, aguafuerte. Realizadas por Verónica Gómez, corresponden a las series Territorios de libertad y Ciudad de la memoria. Nunca me han gustado los libros de poesía que incluyen ilustraciones. En este caso se crea un contraste por momentos afortunado: el color (no sé si) naranja y el diseño que tienen las separaciones de cada una de las seis partes en las que se divide el libro, las enmarcan en un caer asintótico desde nada y hacia lo no definitivo, tal como son los espacios duales en los que conceptualmente se mueven: Territorios-Ciudades y Libertad-Memoria, yendo de lo múltiple a lo singular, es decir, adivinando una interiorización de la posibilidad que le crea la abstracción de lo diverso a lo singular.
La contraportada del libro nos anuncia (de manera fidedigna) mucho de lo que encontraríamos en el libro, es inevitable pensar en los oficios del devoto, pero he aquí que nos hallamos frente a una suerte de devoción verdaderamente divina: es ahora el poeta ese pequeño dios, con la posibilidad de darle el nombre de Dios al constructo que ha hecho de sí mismo. Divido en seis partes, siguiendo el itinerario oracional canónico y tomando nombres de esos oficios religiosos, el algo al que hacía alusión hace dos párrafos, es a mi entender el regodearse ante la posibilidad de creer:
Fumo, pienso en un lugar donde ya comenzó el año.
En Europa amanece ocho horas más temprano.
Amigos duermen sobre el vientre del atlántico,
y apenas preguntamos por lo que vendrá.
(de El fin de año se acerca más)
En el transcurrir del libro uno se da cuenta de la confrontación del poeta frente a un tema peligroso y complicado, peligroso en aras de hacer que poeta y poema se cuestionen uno al otro respecto de la mejor sintaxis posible; peligroso pues los temas le exigen madurez y disociación de prejuicios.
Así, Daniel debe dar la solución más parsimoniosa: de entre todos los modelos posibles ha elegido aquel en el que su poesía está en paz y atrae ese estado de gracia que sólo el devoto conocería para regalárselo al lector.
Daniel propone una escritura emancipada, que amplía y profundiza nuestro conocimiento de lo causal manifestado en el mundo, sin fijar (como pretendía la ciencia) un plan para el mundo, llevando sus límites a terrenos que usan las nociones de lo cotidiano para desdoblarlo y que echemos una mirada a la realidad negada, pero reivindicada por medio de la invención. Por ejemplo, en “El día que tu naciste”, modificar es una alternativa que desarrolla una idea poética: “la diferencia entre sepulcro y siembra es lo que cuenta”. Más adelante, la retrospectiva es lo que evidencia esa vocación recreadora en segundo párrafo de “De divisione naturae” leemos: “El humano es mediación, arcilla trenzada en luz divina”. En otra sección, esta propuesta salta entre varios poemas, en los que la exaltación por lo nemónico se materializa por la exteriorización de distintas acciones de lo cotidiano: “Fumo, pienso en el lugar donde ya comenzó el año.” (“El fin de año se acerca más”); “Hay días que el cuerpo es un incendio/y la mirada busca llaves en el cielo” (“Las nubes viajan rápido sobre esta ciudad”). Este efecto sería ineficaz si la escritura careciera de un ritmo amplio, marcado por palabras e imágenes que fluyen como un ritmo vital y que nos dejan la posibilidad de creer en seres y mundos a partir de la libertad.
La supra esencia de Dios se manifiesta entre nosotros:
(…)
Somos teofanía materializada por el pecado original.

Antes de la tentación
lo existente era limpio y puro espíritu
Ángeles, diría Rilke, peso completo de lo terrible.
El humano es mediación, arcilla trenzada en luz divina.

(en De divisione naturae)
Ahora bien, si hablé del modelo parsimonioso de los poemas del libro ello no implica que haya una separación de lo complejo: es precisamente el tema de lo complejo lo que le da unidad al libro: lo cotidiano y aquello que yace en el historial individual del poeta, tiene ahora que ver con un renegar ante un dios que apacible mira cómo sus dominios le han sido arrebatados. Entonces, orar es ineludible e impostergable: posado ante el saberse triunfal, el constructo que ha elaborado el poeta, se regodea en el mar cuántico de la pulsión pura, sin enloquecer y sin aspavientos se reconoce por encima de todo como humano que vive o padece su andar por estos lares.
Conocí a Daniel justo cuando le dieron la noticia del premio estatal de Poesía de San Luís Potosí, compartimos lectura en voz alta, no me resta sino agradecerle por este nuevo libro e invitar a ustedes a transitar en esta nueva propuesta, por las bifurcaciones reflexivas aquí delineadas.

1 comentario:

Daniel Bencomo dijo...

Hola Toño:

Gracias por la reseña, por el interés en el libro y en la palabra que de él amanece. O anochece. Todo es cuestión del rumbo que tome la oración de lo profano. Fue una presentación muy chida, muy emotiva. Y que no se quede en eso, hay que seguir leyendonos. Un abrazo.

(...)

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