
Luego, en 23 muchachos (…) se recogían a manera de catálogo a los “poetas emergentes” de un entorno temporal cercano al fin del milenio en zacatecas. Casi todos los poetas que estaban recogidos en este libro han seguido con su ejercicio escritural combinándolo con sus vidas académicas o combativas, según el caso. Creo que esto es debido a la gran complejidad que encierra la poesía: implica la pérdida del matemático que puede ser uno, del historiador, o del abogado y lo consume, pues le exige a uno decir, pensar y escribir de la manera más convencional posible al mundo, entonces se sigue siendo poeta (bueno o malo) pero es inevitable.
En el caso de los narradores creo que varios de ellos ya no escriben, por ejemplo aparecía antologado Juan José Romero, el zar de las publicaciones culturales oficiales en zacatecas (aparte de la concesión y franquicia de la agenda cultural, tiene encargados carteles, programas y muchos otros etcéteras), pero éste ya no produce creación literaria, en su momento tuvo un gran aporte con la revista Finisterre.
Arduo es el navegar en el mar de antologías, más en tierras tan áridas, tan frías como estos lares. Los antologados pertenecíamos (la mayoría) a talleres literarios, el documento tenía una serie de errores tipográficos y en su momento fue arduamente criticado, en todo caso el documento queda ahí, siendo el testimonio de quienes en ese momento escribíamos y de la manera en la que nos expresábamos. Recientemente han aparecido 2 antologías de las cuales me gustaría platicar en otra ocasión. Ahora estoy celebrando con un trago de absolut y jugo de arándanos, tiene un gusto ácido y agradable muy parecido a la sensación de mariposas estomacales que sentía en las lecturas de entonces: una suerte de pánico escénico que apenas era superado por mi afición a la luna, a su tangible órbita, a su inalcanzable esencia.
Felices 10 años a los que en ese entonces fuimos muchachos. Salud.
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